Nunca dijeron que fuera fácil. Sólo que merecía la pena”.

La CULTURA DE PAZ es definida como “aquellos valores, actitudes y comportamientos que rechazan la violencia y previenen los conflictos tratando de atacar sus causas para solucionar problemas, mediante el diálogo y la negociación entre las personas, las naciones, teniendo en cuenta los derechos humanos”.
Cada pueblo tiene una forma propia de pensar. Esto se debe a las diferentes características medio-ambientales, historia, creencias y geografía, entre otras, de cada pueblo del Planeta. Esto ha ido desarrollando los aspectos culturales de las sociedades y generando concepciones de la naturaleza del ser humano.
Si queremos dar un giro de 360º en torno a la creencia social, que tiene su base de origen en la tradición judeo-cristiana, Teorías de Darwin, entre otras, de que la naturaleza del ser humano es, – tal y como representaba Hobbes – “el hombre es el lobo del hombre”, primero debemos estudiar la etimología de Cultura.
La palabra Cultura, del latín “cultivo o crianza”. Es de origen clásico y fue empleada por Cicerón como “cultivo del alma o la mente”.
Para mentes occidentales, la instauración de una Cultura de Paz que ampare la bondad y la resolución pacífica de los conflictos, es de difícil comprensión. Esto se debe a que la concepción que, hoy en día, tenemos de Cultura, es asociada a un colectivo, pues entiende que ésta es el “conjunto de modelos de vida y costumbres, conocimientos y grados de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social…”. Luego, para el grueso de la sociedad, erigir una nueva “Cultura” implicaría que un grupo social determinado tuviera una serie de características comunes; por tanto, para que se instaurase una cultura de Paz sería necesario que ese grupo pensara y actuara conforme a los valores que ella defiende. Y esto “Occidente” lo considera Imposible.
Sin embargo, se hace necesario trascender nuestras endoculturaciones, complejos y creencias para hacer penetrar una Cultura de Paz en nuestras vivencias y abrir la puerta al contingente. Puesto que, como hemos citado, la palabra cultura proviene de cultivar, con lo cual, sólo es preciso que cada uno cultive su propia mente en la PAZ y no esperar a que los frutos provengan de un grupo social. Pues Eso vendrá después.
¿Qué hacer para que esto ocurra? Confucio propuso: “cuando se alcanza el verdadero conocimiento, entonces la voluntad se hace sincera; cuando la voluntad es sincera, entonces se corrige el corazón […]; cuando el corazón se corrige, se cultiva la vida personal; cuando se cultiva la vida personal, entonces se regula la vida familiar; cuando se regula la vida familiar, entonces la vida nacional tiene orden; y cuando la vida nacional tiene orden, entonces hay paz en este mundo. Desde el emperador a los hombres comunes, todos deben considerar el cultivo de la vida personal como raíz o fundamento”.
Es decir, según la proposición de Confucio, y enlazando con lo que propone el Instituto de Paz y Conflictos de la Universidad de Granada, para el surgimiento de un cambio de mentalidad colectiva es necesario el empoderamiento individual de cada una de las personas que poblamos la Tierra; esto propiciaría los cambios que son imprescindibles para el desarrollo de “orientar e implementar un mundo pacífico”.
Una vez que cada ser humano hace la Cultura de Paz como suya para su vida, la educación entra en juego sin causar ningún problema. ¿Por qué? Resulta evidente que, en el ámbito escolar, si los profesores viven su día a día con los valores que propone la Cultura de Paz, les resultará muy fácil educar en ellos y promocionar la evolución pacífica del ser humano aceptando las diferencias de unos y otros y, además, criando en las potencialidades de cada uno.
Ángela Victoria Correa Puche
Mediadora de conflictos entre personas
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